martes, 5 de julio de 2016

Un cuento Chino

Hace muchísimos años, un guapo y apuesto príncipe de China se propuso encontrar la esposa adecuada con quien contraer matrimonio. Todas las jóvenes ricas y casaderas del reino deseaban que el heredero se fijara en ellas para convertirse en la afortunada princesa. El príncipe lo tenía complicado a la hora de elegir, pues eran muchas las pretendientes y sólo podía dar el sí quiero a una.
A sí que decidió reunir a todas las mujeres del reino en su palacio y así convencerse de cuál sería su elegida.

El príncipe entregó una semilla a cada una de las cientos de mujeres que se presentaron ese día, todas hermosas e impecables con sus mejores vestidos. Entre ellas, la hija de la cocinera de palacio, que aunque era pobre y sus ropas estaban sucias y rotas por el trabajo en la cocina, decidió presentarse aquel día, para cumplir el sueño de su vida, casarse con el príncipe del que llevaba enamorada desde pequeña.

El príncipe pidió a las muchachas que en 6 meses, trajeran la flor más bella, y entonces se casaría con esa mujer. 6 meses después, llegó el día, y todas las jóvenes llevaban unas plantas preciosas. La joven cocinera, aunque había hecho lo imposible por qué naciera esa flor, le fue imposible conseguirlo, y avergonzada, llevo entre sus brazo la maceta vieja en la que plantó esa semilla.

El príncipe pasó una a una viendo las maravillosas flores, y se detuvo frente a la joven, ¿qué te ha pasado? ¿Porque no traes una flor? Ella avergonzada respondió, que había hecho todo lo que pudo pero no había nacido nada de esa semilla.

El joven le agarro la mano y le dijo, tú serás mi esposa.

Todas las jóvenes del reino cotilleaban y se sacudían indignadas.

El príncipe alzó la voz y dijo que todas las semillas estaban estériles, ninguna flor podía haber nacido de aquella semilla. La única persona que demostró sinceridad, fue aquella joven, él, orgulloso comunicó que sería la nueva emperatriz.

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