viernes, 2 de marzo de 2018

Interludios I


El agua resbala por sus mejillas, fría, húmeda y poco a poco baja por la columna de su cuello y se desliza sobre sus senos, sus pezones se yerguen, la siente en su espalda como las caricias de un amante, las caricias que anhela con todo su ser, no sabe si el agua es de la lluvia fría, si es de la ducha tibia, o son sus lágrimas, su estado es tal que no sabe en qué parte de su mente se encuentra, lo que sí sabe es que ansía con todas sus fuerzas sentir algo, frio, calor, desolación, lo que sea, pero no ese vacío infinito que guía sus días, más tarde abre los ojos y de repente solo encuentra oscuridad, trata de despejar su mente de definir el lugar donde se encuentra, pero todo es demasiado turbio, su mente no funciona al cien por ciento y eso la asusta, las paredes se ciernen sobre ella, el espacio se achica, su respiración se vuelve más superficial, y el ruido ensordecedor de su corazón con cada minuto se vuelve más alto, desde lo más profundo de su alma se produce un grito estremecedor pero no logra vocalizarlo.

Con cada segundo que pasa se va hundiendo más profundamente en el abismo de su mente, los latidos laten tan fuertes, los gritos en su cabeza, su respiración se acelera y en ese tumulto de sensaciones, reacciona y desde lo más profundo de su ser, desde el núcleo mismo de sí misma, una carcajada se forma y estalla en una risa que roza la histeria, y no puede parar de reír, segundo a segundo va volviendo en sí, mira a su alrededor y las paredes vuelven a su lugar, se ríe con todo su ser, porque sintió miedo, pero el miedo es mejor al vacío. A veces, el miedo te impulsa a caminar, a correr, a vivir, a veces te paraliza, pero por instantes sintió y solo por eso merece la pena reír.

Decide levantarse e ir por un café a la cocina, ya está despierta y  convencida que se encuentra en su apartamento, lo conoce tan a la perfección que no es necesario encender la luz de la lámpara en la mesa de noche, camina lentamente hacia la puerta aún bajo los efectos del miedo y de la histeria, va dando tumbos por la habitación y es en ese momento que poco a poco empieza a procesar que el piso esta frio bajo sus pies, tratar de hacer memoria y recuerda lo mullido de la alfombra en sus tobillos tan reconfortante cuando recién despiertas, recuerda que al fondo de la cama se encuentra el baúl de la abuela, y la comoda con su gran espejo, pero no logra recordar si la alfombra la tiró a la basura o porque decidió tirarla, sigue caminando lentamente esperando no tropezar con nada, y ahí está el problema del cual su mente trata de advertirla, esa sensación que bajaba por su columna vertebral pero que en su estado actual no era percibida, las señales de peligro, la adrenalina por su cuerpo, el pánico, ahora es consiente no hay alfombra, no hay muebles, la ropa tirada en el piso ha desaparecido, de hecho la cama no tiene la altura apropiada. 


No sabe dónde se encuentra y ese hecho poco a poco va penetrando en su cerebro y se abre camino hacia la realidad, vuelve a sentir el pánico solo que esta vez no la reconforta, da tumbos por la habitación y solo encuentra la cama no hay ningún otro mueble, camina hasta que encuentra la pared, decidida a encontrar dos cosas: donde se encienden las luces y la puerta de alguna manera ha de salir de este lugar, recorre la primera pared 6 pasos, gira 5 pasos, gira 6 pasos, gira 5 pasos, durante el recorrido palpa lentamente las paredes y se da cuenta que dos son lisas frías, las que miden 5 pasos son ásperas texturizadas, y luego de ese corto pero agotador recorrido se encuentra devuelta al punto de partida, no hay donde encender la luz, no hay puerta,  realmente está atrapada, sola en medio de la oscuridad, no sabe si es de día o noche, no sabe cuánto tiempo lleva en ese lugar, su recuerdo más cercano es el agua que recorre su cara, sus pechos, su espalda, esa sensación húmeda en su piel, como ríos diminutos que se van perdiendo en su cuerpo, suaves e insistentes, lentos y suaves, pero no lo tiene del todo claro, no sabe cuándo o dónde ocurrió.

Camina de regreso a la cama y se sienta, trata de despejar la mente y empieza a contar, sinceramente no es solo contar, es algo un poco más complejo recita las potencias del dos, lo hace desde que leyó una de las tantas historias sobre el tablero de ajedrez, no se la sabe completas pero ese hecho en particular calma su mente, va centrando su universo, estabilizando su respiración y ritmo cardiaco, trata de darle un sentido a su realidad, sabe que sus días son grises, que transcurren uno tras otro sin dejar huella,  que por lo general no hay frio ni calor en su vida, que cada día es tan parecido al anterior que se pierde entre ellos, que camina al ritmo inquietante de la marea, los días solo pasan y se suman en el tiempo.